2/6/10

Un dos tres
kilómetros
cuatro cinco seis
kilómetros
mil, dos mil, tres mil
kilómetros . . .
y una extensión de cíclica verdad
y prostitutas rubias con rouge barato
y calles anchas y angostas de nada
bares repletos de excéntricos bípedos
y sonidos en ondas viajando en más ondas.
La luna ilumina éste escenario
mientras el principal actor, el de ésta historia,
la observa sobre sus ojos
en esa terraza pequeña y grande
en ese mundo suyo y de otros.
Suspira con la última bocanada
de ese último cigarrillo,
y mientras se despide de la luz de la luna,
frotándose las manos contra sus brazos
por la caricia de la leve brisa,
una sonrisa sutil, imperceptible
invade su cara.
Media vuelta y adentro
hacia la soledad tenue de un buen libro
y una tímida compañía ausente.


Un dos tres
kilómetros.

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