12/3/09

Siesta

Nadie lo estaba mirando, estaba seguro. Se habia fijado bien, ella estaba durmiendo y él... nunca había rastros de él. Se deslizó, como había practicado tantas veces, de una manera fantasmagórica, dentro de la cama que tanto conocía y que le regalaba un mundo de sueños. "Tiene puestas las sabanas de seda, tienen impregnado su olor"... después de un momento de hipnosis profunda , siguió su camino hasta apoyar la cabeza en el tibio almohadon. Era como miel. Despacio, pero con la agitada respiración que denota ansiedad y el leve cerrar y abrir de sus parpados, poso su brazo en entereza sobre su cadera, en ese lugar exacto. Ella se movió un poco, sin despertar. Se escucho un leve gemido, ese tan típico de ella al dormir, y volvió todo a la normalidad. Finalmente su brazo firme la envolvía, y el aroma de su pelo se infiltraba en sus poros. Feliz, triunfante y asombrado por su fantástico plan se dijo: "Tengo una hora y media". Nuevos gemidos, ella estaba soñando.

Una hora y media después . . .

Sus ojos estaban cerrados pero ella sabia que lentamente, el sueño la iba a abandonar para volver a despertar. Sus piernas se estiraron bajo las sabanas de seda y recorrían cada centímetro de la cama, sus brazos se estiraban para atras y luego, sus manos se reposaban en su cuerpo y finalmente, en su cara, para tocarse los ojos, la nariz, la boca.. y asegurarse que seguían ahí. Se levanto, semi-desnuda, y fue al baño. Los ojos que la miraban eran tristes, su pelo despeinado estaba opaco y los labios estaban resecos, no habia besos. No lo extrañaba cuando se iba a trabajar, ni cuando hacía esos largos viajes de trabajo, ni cuando sabía que estaba con su amante en un hotel barato de la ciudad.. no. Solo extrañaba esas siestas, siestas raras, sin explicación. Cuando dormía... se sentía amada.


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