17/1/11

Aires de ciudad

La ciudad nos dio la aprobación 
el asfalto nos sedujo a descubrir la piel intacta que yace sobre tu hombro izquierdo
y se desliza
-sin ninguna justificación más que la de ser piel intacta-
hacia la comisura derecha de tu boca redonda.
Mis dedos juegan al son de la sirena de esa ambulancia que va pasando
llevando quién sabe a quién, quién sabe a dónde, quién sabe si viviendo o muriendo
y recorren tus labios húmedos por la humedad que sólo la ciudad tiene
esa humedad pegajosa, invasiva, insoportable
que ahora posa en tus labios tibios, entre tibios y helados, pero más tibios.
Caminamos sabiendo con un poco de altanería que somos invitados vip de ésta ciudad
que nos envuelve en luces y en sombras.
Todo parece ir a la velocidad de la luz, todo menos nosotros
porque la ciudad nos invito a recorrerla en cámara lenta, en cámara muy lenta
entonces esa mujer con el bebe en brazos ya no es una mujer con un bebe en brazos
es un borrón de lo que alguna vez fue, o es
es una mancha color gris, con un poquito de negro y algo naranja.
Y el colectivo lleno de gente es una estrella fugaz que va en horizontal
es una estrella fugaz de gente
una flecha sobre el asfalto que se mantiene quieto
porque los que nos movemos somos nosotros
y no el asfalto.
Caminamos entre estrellas fugaces y manchones de gente
y nuestras manos sucumben al beso indecente de agarrarse
de moverse a la par
de ser una sola mano de diez dedos que no tiene ningún sentido como mano
ningún tipo de uso práctico
ningún tipo de comodidad para ser mano
pero en ese instante, en ese momento justo 
en el cual ese avión pasa como un meteorito gigante por nuestras cabezas
y el perro ladra una canción que nos suena pero no conocemos
y el manchon redondo de la esquina baldea las baldosas con un balde
nosotros convertimos nuestra mano en una
sin importar la comodidad
y todo vuelve a la normalidad.

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