tus comisuras temblaban imperceptibles, y tus cejas estaban demasiado tirantes
para lo que mi yo intelectual podía llegar a considerar normal.
Tus ojos brillaban como brillan los ojos que leyeron toda una vida cuentos cortos de ciencia ficción y tus pestañas, por alguna razón decoloradas, bailaban tango en tus párpados.
Si me pongo a contar lo que hacían tus pelos temo caer en un sin fin erótico de palabras entrelazadas, y no quiero caer en ese cambalache absurdo de palabras van-vinientes.
Digamos que me dijiste "Hola", nos conjugamos con medio beso y nos cantamos una canción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario