8/6/12

Te corrías despacito, de a poquito
pero te corrías
te acobardabas. 
Te humillaba el simple hecho de pensar
que podía gustarte.
Te avergonzaba el pensamiento que rasgaba tus sienes
-ese pensamiento que te mostraba a vos abajo mio
acariciándome la piel con las yemas de tus dedos fríos-
-ese pensamiento que te hacía hervir la sangre, y te dilataba las pupilas-
Pensaste que no me daba cuenta
que no te sentía desde esa lejanía que aparentabas representar
pero podía ver exactamente como te corrías
como tus manos evitaban rozar mi pollera
y tus ojos giraban desconcertados buscando algo con qué salvarse
en ese angosto pasillito.


Finalmente te corriste, respiraste aliviado y
dijiste algo en voz alta que no llegue a escuchar.
Mis ojos te siguieron unos segundos caprichosos
mientras tus manos tocaban otras polleras, otras pieles, otras manos
con una comodidad tan desahogada 
que las cortinas empezaron a temblar prejuiciosas
y el espejo me reflejo una sonrisa cómplice. 


Tu sangre ya no hierve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario